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Sábado, 23 de noviembre de 2024

El Museo de Zaragoza reabre hoy dos espacios dedicados a la Antigüedad y al Gótico y el Renacimiento

Estos ámbitos, junto a la Sección de Etnología recientemente reabierta, complementan la exposición permanente

Los visitantes podrán contemplar desde piezas prehistóricas hasta la tabla de San Blas, del taller de Martín Bernat, adquirida recientemente por el Ministerio de Cultura

El Museo de Zaragoza sigue de estreno. Después de la reapertura la semana pasada de la Sección de Etnología del parque Primo de Rivera, hoy reabre dos nuevos espacios expositivos: Antigüedad y Gótico y Renacimiento, que complementarán la oferta de la exposición permanente.

En la sección denominada Antigüedad se exponen 203 piezas, una selección del patrimonio más significativo del museo que ha sido restaurado. Este ámbito está dividido en cuatro espacios: Prehistoria, Protohistoria, las Primeras culturas históricas e Hispanorromanos.

Entre las obras destacadas del apartado de prehistoria sobresale ¿el primer¿ bifaz aragonés (Cauvaca), el ajuar neolítico de Mequinenza y la estela funeraria de Luna con la más antigua representación en Aragón de un instrumento musical. A ellas hay que añadir, entre otras, el vaso campaniforme de Mallén.

La parte de la protohistoria se dedica a la cultura de las poblaciones del Bronce Final, estimuladas además por el influjo colonial mediterráneo (fenicios y griegos), caracterizado por el conocimiento del hierro que se difunde a partir del s. VII a. de C.  Se iniciarán también  las culturas protoibéricas o ibéricas y celtibéricas antiguas (Primera Edad del Hierro o Hierro I)(circa 600 a.C.).

Las piezas destacadas aquí son las cerámicas acanaladas y excisas del Cabezo de Monleón (Caspe) y cerámicas del Cabezo de la Cruz (morillo), hasta ahora no contempladas. Sobresale el gran vaso ceremonial (kernos) del Cabezo de Monleón. Se exponen además dos maquetas de casas de la época.  Las Primeras culturas históricas recogen elementos representativos de iberos (Ilergetes occidentales, ilergavones, sedetanos, ausetanos del Ebro), celtíberos (belos, lusones, titos), vascones y otros grupos humanos (iacetanos, suessetanos).  Todos conocen la escritura, la moneda, la cerámica a torno, la metalurgia del hierro, la vida urbana, formas de producción agrícola desarrolladas y una compleja división social.

Entre otra piezas, se muestra Kalathos de la ¿cierva atacada por lobos¿, ibérico, de Azuara;  vaso ibérico con pareja humana vista de frente, de Oliete (Teruel); Cabeza-trofeo de Durón de Belmonte y los tres bronces escritos (en signario ibérico y latino) de Kontrebia Belaiska (Botorrita), así como una selección de cerámicas y monedas.

Y en cuanto a los Hispanorromanos, destacan la cerámica de barniz negro itálica, la ¿Dama¿ en bronce y el pendiente de oro de la Corona de Fuentes de Ebro; lápida honorífica de Rivas; miliario de Castejón de Valdejasa; un áureo de Augusto de extraordinaria conservación y arte,  y los canceles hispanovisigodos de la Villa Fortunatus de Fraga y el mozárabe  de la Plaza del Pilar de Zaragoza (s. XI).

En cuanto al segundo de los ámbitos, el dedicado a Gótico y Renacimiento, ofrece 76 piezas algunas de las cuales formaron parte de la exposición ¿El esplendor del Renacimiento en Aragón¿, clausurada recientemente.

En el apartado de Gótico, la gran novedad es la incorporación de la tabla  de San Blas, del taller de Martín Bernat (doc. en Zaragoza 1450-1505).  Aquirida recientemente por el Ministerio de Cultura,  obedece al modelo de Santo Domingo de Silos de Daroca creado por Bermejo, durante su etapa aragonesa y popularizado por Bernat y su taller en el último cuarto del siglo XV.

Entre otras podemos ver también la emblemática tabla de La Virgen del Arzobispo Mur de Blasco de Grañén o el banco del retablo de la parroquial de Blesa, obra de Miguel Jiménez y Martín Bernat. Bello exponente de la escultura de este periodo es el Ángel custodio de la ciudad de Zaragoza realizado por  Pere Johan.

En cuanto al primer Renacimiento, podemos ver una afluencia de talleres que trabajan el alabastro y dan buen ejemplo de su hacer las esculturas que presentamos como la Losa sepulcral del canónigo Agustín Pérez de Olivan o la figura de Angel Tenente con escudo de Carlos V. Ya avanzado el periodo,  encontramos la magnífica labor de uno de los máximos escultores de este periodo como es Damian Forment y de quien presentamos una magnífica selección de piezas.

Otro ejemplo singular es el Retablo de San José, temple sobre sarga, que tras muchos años vuelve a las salas del Museo. También destacamos en este apartado, expuestas por primera vez,  una pequeña muestra de estampas de Marcantonio Raimondi, uno de los primeros impresores de grabados en serie que supo como nadie reproducir las series xilográficas de Durero.