Día de Aragón
“Este premio significa un alto honor y también una reconciliación con mi tierra”
Ángel Guinda recibe esta tarde el Premio Letras Aragonesas 2010
El poeta Ángel Guinda (Zaragoza, 1948) recibe esta tarde el Premio Letras Aragonesas 2010. Un galardón que tiene como objetivo reconocer una labor continuada o de especial notoriedad e importancia de personas, instituciones o entes aragoneses, en los ámbitos de la creación e investigación literarias. - ¿Qué significa recibir este premio para usted?
Para mí significa un alto honor pero también una reconciliación con mi tierra de la que salí hace 23 años para residir en Madrid. - Cuando era estudiante, empezó la carrera de Medicina. ¿En qué se parece esta ciencia a la poesía?
Ángel Guinda, Premio Letras Aragonesas 2010
Una de las muchas funciones de la poesía es la catártica, la función de echar fuera de nosotros nuestros demonios, nuestros fantasmas, nuestras obsesiones, y en ese sentido la Medicina, que está hecha para curar como ciencia, se parece a la escritura, una de cuyas funciones es curar. - ¿Cómo fue su experiencia con la Medicina?
Mi padre me matriculó en Medicina con 16 años y medio y resistí en la facultad cuatro meses, me ponía enfermo, sobre todo en las clases de disección. Luego me vino la posesión de la poesía, no me concentraba y lo tuve que dejar. A partir de entonces estudié para la enseñanza y he estado 39 años dando clases. - ¿Cómo empezó esa aventura con la poesía?
Recuerdo que tal día como el 15 de abril de hace 47 años estaba sentado una tarde de lluvia en lo que ahora es el Paseo de la Constitución frente a un grupo escultórico que representa a una pareja de enamorados bajo un paraguas, que a mí siempre me ha gustado mucho, cuando de pronto sentí la aparición de la poesía. Yo quería ser como Gustavo Adolfo Béquer. Y a partir de ahí, a aprender para intentar hacer una obra poética que merezca la pena y que sirva a los demás. - ¿Cómo definiría su trayectoria?
El primer acontecimiento fuerte en mi vida fue la muerte de mi madre en mi parto y desde entonces siempre he dicho que mi poesía es un testimonio de la convivencia del ser humano con la muerte. Porque la muerte es el gran tema del arte, de la literatura y también es la gran preocupación respecto a nuestras vidas, porque es un misterio, nadie llega a conocer la muerte ni siquiera cuando se muere - Si tuviera que elegir, ¿con qué obra de las que ha escrito se quedaría?
Yo me he retractado de mis primeros libros, y pienso que toda retractación es un suicidio. El hecho de haberme retractado de determinados libros iniciales ha sido una cuestión de exigencia respecto a la calidad. Si tuviera que elegir entre dos o tres libros de mi obra tal vez me quedaría con “Toda la luz del mundo”, que son poemas de un solo verso de tema amoroso, con “Biografía de la muerte”, y tal vez con “La llegada del mal tiempo” y con el último librito, “Espectral”, porque es un catálogo de todas mis obsesiones, desde el miedo al paso del tiempo que todo lo erosiona, el amor, el sexo, la vida, la muerte, la solidaridad, etcétera. - ¿Y con un autor que considere le ha influido con fuerza?
Recuerdo que una vez me solicitaron un artículo para una revista cuyo tema monográfico era el vicio. Dudé entre dos vicios; al final elegí la poesía. Gil de Biedma decía que la poesía es también un vicio solitario. Y entonces tracé en ese artículo todo el árbol genealógico de mi tradición y me di cuenta que los padres de mi aprendizaje poético comienzan con Jorge Manrique, precisamente respecto al tema de la muerte, continúa con Quevedo, y no con Góngora, continúa con Béquer hasta llegar a Gil de Biedma, Ángel González, al poeta catalán Àlex Susanna... Y de los aragoneses puedo decir que me ayudaron muchísimo y me influyeron bastante en mi primera época juvenil, poetas como Manuel Pinillos, Rosendo Tello, Miguel Luesma, Guillermo Gúdel… hasta los más jóvenes que también me enseñan mucho. - Usted es usuario de las nuevas tecnologías, ¿cómo ve la convivencia entre éstas y la literatura?
Tienen una relación muy importante tanto como medio de expresión como también en cuanto a medio de comunicación con los demás, con el receptor de la palabra. De hecho, muchas de las lecturas que doy por institutos y universidades las acompaño de videoclips sobre poemas, que es una manera de captar más la atención del espectador y ya luego introducir la manifestación oral, la palabra - Lleva muchos años residiendo en Madrid, ¿cómo se ve desde fuera el panorama literario aragonés?
Se ve de una manera muy similar a como se ve el resto de la literatura y de la poesía ya no solo periférica si no en todo el país. Se ve con mucha ilusión y con cierta preocupación. Con cierta ilusión porque son muchísimos los jóvenes que están leyendo mucho más que hace unos años, sobre todo las mujeres, y son muchos los jóvenes que acceden a la creación literaria, tanto narrativa como poética. Y con cierta preocupación porque tal vez se eche en falta una mayor exigencia respecto al cuidado del lenguaje, sobre todo del lenguaje poético. Ha habido un cierto olvido respecto a los trucos o recursos del realce expresivo en la poesía, como son las imágenes, la metáfora, la comparación, la hipérbole, la antítesis… y se ha cedido a un intento de elevar el lenguaje coloquial a la categoría de lenguaje literario, de lenguaje poético pero con cierto descuido. Esa es la única preocupación que, al menos, a mí me afecta.
Al proponer este premio, el jurado ha reconocido “el valor de una obra poética importantísima dentro de la historiografía literaria aragonesa, fundada en la poesía española pero expresada con un lenguaje renovador adherido a su compromiso estético y humano”. Ángel Guinda nació en Zaragoza en 1948 y comenzó su andadura poética a los 16 años. A finales de los sesenta, empezó a dar recitales e inició los estudios de Medicina, que pronto abandonó por la enseñanza. Sus primeras publicaciones se realizaron en la década de los setenta y más tarde fueron recogidas en “Vida ávida”. Compaginó con la escritura su trabajo de profesor de Lengua y Literatura Española hasta que se trasladó a Madrid en 1987. Allí desarrolló una poesía más existencialista, más preocupada por la soledad y el paso del tiempo. Entre sus obras se encuentran “Vida ávida”, “Claro interior”, “La palabra es un ser vivo” o “Escribir como se vive”. Asimismo, es coautor de la letra del himno de Aragón.