Medio Ambiente
Medio Ambiente inicia los trabajos forestales de mejora del hábitat del urogallo en el Pirineo
Se realizarán tratamientos selvícolas en 300 hectáreas del entorno de Benasque, Bielsa y Tella Sin, con una financiación de 1,4 millones procedentes de los fondos Next Generation
El Departamento de Medio Ambiente y Turismo ha iniciado ya los trabajos forestales de mejora del hábitat del urogallo en el Pirineo, una especie catalogada en peligro de extinción tanto en la comunidad aragonesa como en todo el territorio nacional. Las actuaciones se desarrollarán en tres zonas del Pirineo (Benasque, Bielsa y Tella Sin), en un área de 300 hectáreas de superficie. El importe de licitación del proyecto es de 1,4 millones de euros, financiados íntegramente por los Fondos de Recuperación v de la Unión Europea (Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia), dentro de la actuación denominada Plan de restauración y mejora de hábitats del urogallo (Tetrao urogallus) en Aragón. En años sucesivos está previsto ampliar las zonas de trabajo a otros municipios.
El objetivo es conseguir gradualmente estructuras forestales heterogéneas que, además de asegurar la persistencia y la estabilidad de la masa forestal, incrementen los niveles de madurez del bosque de acuerdo con los parámetros estudiados sobre el hábitat óptimo para el urogallo. Así, se trata de que las masas forestales tratadas dispongan de espacios abiertos junto a zonas de bosque aclarado, de modo que se permita la entrada de luz para el desarrollo de especies productoras de frutos e insectos, además del vuelo del urogallo a través del bosque.
Una mayor diversidad de estructuras facilita albergar a su vez mayor biodiversidad a todos los niveles, lo que incrementará la capacidad de acogida para el urogallo, y para otras especies de hábitos forestales. Así, especies como el mochuelo boreal, el mochuelo chico, o el pito negro se verán también favorecidas por esta gestión del hábitat. Lo mismo ocurrirá con especies de flora y fauna vinculadas a bosques maduros, así como las dependientes de la madera muerta en descomposición o de la existencia de pequeños claros en el bosque.
Por otra parte, el conjunto de acciones que se van a desarrollar mejorará también la resistencia y la resiliencia de la propia masa forestal ante incendios y decaimientos, que pueden incrementar su intensidad y frecuencia en un escenario de cambio climático. También contribuye a mitigar el impacto del cambio climático al generar madera, biomaterial fundamental para la sustitución de productos como el hierro, el hormigón y los combustibles fósiles.
La especie
El urogallo es una especie de ave de origen boreoalpino, muy ligada a grandes superficies forestales dominadas por coníferas, que constituyen el tipo de hábitat determinante de su rango de distribución en Europa. En los Pirineos, el urogallo está presente sobre todo en bosques situados a gran altitud dominados por el pino negro, aunque a cotas más bajas está presente también en pinares de Pinus sylvestris y, en menor medida, en hayedos.
El urogallo se asocia a bosques maduros, con áreas abiertas combinadas con zonas más espesas. La llegada de la luz del sol al suelo en las zonas aclaradas favorece la vegetación herbácea y la presencia de insectos, algo fundamental para la supervivencia del urogallo, especialmente en la época de crianza de los pollos.
Los datos sobre la población de urogallos en el Pirineo aragonés revelan un declive importante. Se ha pasado de contar con 154 machos en el censo de 1990 a tan solo 40 detectados en 2017. Además, se ha constatado la desaparición de varios cantaderos y la disminución del área de distribución de la especie, quedando ahora limitada prácticamente a las comarcas de Ribagorza y Sobrarbe. En 2021 se realizó una nueva evaluación de la población con una metodología novedosa, basada en el análisis genético de excrementos, y cuyos resultados están aún en fase de elaboración.
Los motivos del retroceso en la población son complejos. Esta especie es una superviviente de otros periodos climáticos, que tuvo su máxima área de distribución en la época glacial. Desde entonces la tendencia climática ha empujado su hábitat natural, el bosque boreal, a zonas alpinas cercanas al límite del arbolado. Los usos tradicionales del bosque como el pastoreo y el mantenimiento de pastizales de puerto, así como la extracción de leñas y madera, permitieron la conservación de zonas adecuadas para la especie.
La caza del urogallo se prohibió en 1979 en todo el Estado español como una medida de conservación de la especie y ante la decadencia de sus poblaciones que por aquel entonces ya se detectaba. A pesar de ello, el abandono o cambio en los usos ganaderos y forestales, y la aceleración del cambio climático han propiciado en pocas décadas la densificación de los bosques existentes además de una matorralización con especies adaptadas a vivir bajo fuerte espesura, como el boj, lo que ha provocado una intensa colonización de los espacios abiertos que antes se mantenían en los bosques. En este tipo de bosques jóvenes, densos y con una elevada espesura de sotobosque, el urogallo no tiene fácil los desplazamientos en búsqueda de alimento. Además, estas formaciones favorecen la acción de sus depredadores al dificultar la visibilidad en el bosque y la propia huida mediante el vuelo.
Depredadores como el gato, el zorro, la marta, la garduña, el azor, o el águila real han proliferado favorecidos por su oportunismo para aprovechar el alimento generado por el hombre en forma de basuras y restos de caza que proliferan en el monte, pero también por la falta de depredadores apicales como el oso, el lobo y el lince, que controlan directamente sus poblaciones. Esta situación también ha favorecido al jabalí y a otros ungulados, que compiten directamente con el urogallo por las plantas. Además, las molestias en algunas zonas en momentos de gran vulnerabilidad para la especie, como la invernada y el celo, así como la colisión con cables y otros elementos artificiales han contribuido a un incremento en la mortalidad.
En Aragón, la catalogación de la especie llevó a la promulgación de un plan de recuperación, vigente desde 2015, y mediante el que se han desarrollado actuaciones de conservación, como la regulación de la caza y la actividad maderera en las zonas consideradas como áreas críticas para la especie, la limitación estacional del uso de algunas pistas forestales coincidiendo con el periodo de celo, o la regulación de algunas actividades invernales en zonas de invernada de la especie.