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Discurso de Toma de posesión del Presidente de Aragón, Javier Lambán
Un día como este, uno está llamado a ser feliz y por eso se rodea de sus correligionarios, que en mi caso, hoy están encabezados por el secretario general, Pedro Sánchez; se rodea de su familia, de sus amigos, de aquellos que realmente tiene en el fondo de su corazón. Pero la jornada se ha visto enturbiada por el incendio que se desató ayer en las Cinco Villas y que ha hecho que los vecinos de cuatro pueblos de Orés, Farasdués, de Biota y Malpica de Ebro y también de Asín, hayan tenido que irse fuera de su casa a pasar la noche. Yo estuve hasta altas horas con los consejeros del Gobierno saliente, que tuvieron un comportamiento absolutamente impecable; estuvimos acompañando a estas personas que estaban inquietas, angustiadas, preocupadas. Les mando desde aquí un mensaje de apoyo y solidaridad e inmediatamente concluido este acto volveremos a estar con ellos porque es en este tipo de circunstancias donde un Gobierno pone de manifiesto su sensibilidad.
Dicho esto, me apresuro a compartir con ustedes una reflexión con la que siempre me he identificado plenamente. Creo que un político acierta cuando se siente parte de una tradición que le ha precedido y que continuará cuando él desaparezca de la vida pública; una tradición que cuando se conoce, le fortalece a uno para tratar de engrandecerla, en unos casos, y para revisarla en otros y que, sobre todo, le impulsa éticamente a preparar el camino para que los que le sucedan mejoren a su vez su legado. En este sentido, quiero manifestar mi reconocimiento y gratitud a todos cuantos me ha precedido en el cargo del Gobierno de Aragón, desde la preautonomía de Juan Antonio Bolea Foradada hasta la última presidenta de Aragón, Luisa Fernanda Rudi, pasando por todos y cada uno de ellos y, si me lo permiten, deteniéndome en un hombre al que creo que la historia hasta ahora no ha hecho justicia: fue presidente cuando se aprobó el Estatuto de Autonomía. Con él compartí ocho años de vida municipal en nuestro pueblo natal y allí se fraguó un sentimiento de amistad y admiración por mi parte que ha durado hasta hoy. Me refiero a Don Gaspar Castellano y de Gastón. Todos ellos le prestaron un gran servicio a Aragón; todos ellos embellecieron, esclarecieron y mejoraron algo el mundo en el que vivimos, por utilizar palabras de Santiago Ramón y Cajal y por ello, todos ellos merecen mi reconocimiento y mi gratitud.
Señor presidente, señoras y señores:
Soy aragonés hasta las trancas. Como diría Joan Manuel Serrat, qué le voy a hacer, si yo nací en Ejea de los Caballeros.