Aragón lidera la investigación de una terapia pionera para mejorar la calidad de vida de los enfermos de cáncer de próstata
El Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza, junto al Instituto Valenciano de Oncología, coordina una estrategia terapéutica, la “vigilancia activa”, con la que se evita la cirugía y radioterapia en el 20% de los tumores detectados
El proyecto da continuidad a la línea iniciada en el Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud que publicó la primera guía de práctica clínica sobre cáncer de próstata en España
Aragón lidera, junto a la Comunidad Valenciana, una estrategia terapéutica basada en la “vigilancia activa” para enfermos de cáncer de próstata con tumores diagnosticados de muy bajo volumen y muy baja agresividad, aproximadamente el 15-20% de los que se detectan en la actualidad. Consiste en no tratar inmediatamente al paciente sino someterlo a una vigilancia responsable cumpliendo un protocolo médico de revisiones personalizadas, exhaustivas y periódicas. De esta manera se evita el tratamiento habitual con cirugía y radioterapia y se frenan así sus complicaciones y efectos secundarios como la incontinencia urinaria y la disfunción eréctil, mejorando considerablemente la calidad de vida del paciente.
Esta vigilancia activa es personalizada y se basa en una relación muy estrecha médico paciente con el fin de mantener controlada en todo momento la evolución de la enfermedad. El protocolo incluye controles clínicos y analíticos periódicos cada tres o seis meses, dependiendo del perfil del paciente, así como resonancias o biopsias de próstata, cada uno o tres años. Si en cualquier momento el paciente manifiesta su deseo de cambiar el tratamiento o los facultativos detectan que el tumor aumenta en tamaño o agresividad se opta por pasar de una vigilancia activa a otros tratamientos con terapias focales mínimamente invasivas o, en su caso, a los tratamientos habituales con cirugía y radioterapia, siguiendo todos los protocolos establecidos.
El cáncer de próstata es el tumor más frecuente en el varón adulto, pero no en mortalidad, que se sitúa el tercero después del tumor de pulmón y colon. Así, hoy en día, tener cáncer de próstata no es sinónimo de muerte, sobre todo cuando existe un diagnóstico precoz y un posterior tratamiento adecuado que hace posible la curación, en la mayor parte de los casos.
Pero, en ocasiones, el diagnóstico precoz lleva a una búsqueda excesivamente proactiva que deriva en un “sobrediagnóstico” del cáncer de próstata. Prueba de ello es que si se realizan necropsias en varones de 80 años que fallecen por otros motivos, entre el 50 y el 80% de ellos albergan un cáncer de próstata latente que jamás hubiera provocado dolor ni muerte, pero que si se hubiera buscado se habría localizado y “sobretratado” con cirugía o radioterapia.
Para evitar este sobretratamiento surge la estrategia terapéutica “vigilancia activa”. El Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza, en coordinación con el Instituto Valenciano de Oncología, lidera la difusión y puesta en marcha en España de un proyecto de investigación sobre esta terapia en el que participan 39 centros, incluyendo otro centro aragonés el Hospital San Jorge de Huesca. La mayoría de los pacientes que son informados de esta posibilidad se adhieren al tratamiento.
La idea da continuidad a la publicación en 2008 de la guía de práctica clínica sobre tratamiento de cáncer de próstata, que coordinó el Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud (IACS), centro adscrito a la Consejería de Sanidad de Gobierno de Aragón, en el marco del plan de calidad para el Sistema Nacional de Salud, “GuíaSalud”. El proyecto se hace eco de estrategias similares pioneras en Canadá, EEUU y Holanda.
Ángel Borque, jefe de sección de la unidad de Próstata del servicio de Urología del Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza, participó en la elaboración de esta guía y hoy lidera el proyecto de investigación sobre “investigación activa” de la Asociación Española de Urología para este tipo de pacientes.
Borque es ahora, junto a José Rubio, jefe del servicio de Urología del Instituto Valenciano de Oncología, el investigador principal y responsable de la puesta en marcha de esta terapia que siguen en la actualidad 1.150 pacientes en España, Jesús Gil, urólogo del Miguel Servet, participa también en este proyecto que cuenta con el apoyo de María Jesús Gil, jefe del Servicio de Urología del Miguel Servet. El grupo de investigación modelos estocásticos de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza, coordinado por Luis Esteban y Gerardo Sanz, se encarga del análisis estadístico de procesos para todos los casos en nuestro país.
El objetivo es que los enfermos, sobre todo los más jóvenes de entre 50 y 65 años, puedan convivir con el tumor sin que se actúe de forma agresiva y que, con un riesgo muy bajo para su salud, consigan mantener su calidad de vida intacta. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el riesgo de diseminación del tumor existe también en este tratamiento y que debe valorase de forma conjunta médico-paciente.
En este sentido, y según los resultados del programa de vigilancia activa para pacientes de cáncer de próstata en España que Angel Borque acaba de presentar en la tercera conferencia Internacional sobre vigilancia activa en Milán, las tasas de supervivencia de los enfermos con bajo o muy bajo riesgo sometidos a vigilancia activa son similares al tratamiento inmediato. Así, el 62% de los pacientes que optan por la vigilancia activa continúa sin tratamiento activo a los 4 años de seguimiento, sin por ello empeorar el pronóstico del mismo. Asimismo, destaca la elevada satisfacción de los pacientes con los resultados de esta terapia.
Borque y Rubio lideran a su vez un subproyecto multicéntrico nacional derivado del anterior, sobre la capacidad del marcador 4K en estos pacientes para identificar su verdadero riesgo si permanecen en “vigilancia activa” y cuyos resultados esperan obtener a finales de este año 2016.
El deseo del paciente, convencido de los beneficios de esta estrategia terapéutica, y la colaboración absoluta y multidisciplinar entre diferentes especialidades médicas como urología, radiología o anatomía patologíca son necesarios para el éxito de esta terapia.